Reportero, jurista, servidor público, vocero presidencial, diplomático, editor y académico, advierte que en cuanto a libertad de expresión nos enfrentamos a mares ignotos por los que hay que navegar, vamos a puertos que desconocemos o, peor aún, que ya los vislumbramos, pero no nos atrevemos a nombrarlos.

Por Julián Andrade

José Carreño Carlón es dueño de una de las travesías más relevantes de la historia del periodismo en México. Reportero, jurista, servidor público, vocero presidencial, diplomático, editor y académico.

Disciplinado como solo pueden serlo los que tienen en sus manos la hechura de los diarios, la solución, aunque sea incipiente, sobre esos laberintos de asuntos, intereses y complejidades que es la realidad misma.

Carreño Carlón es un lector atento, enterado las agendas nacionales e internacionales y siempre alerta de las pequeñas anécdotas, de esos momentos que se desprenden de la vida cotidiana y por las que pueden colarse o asomarse, las notas de interés periodístico.

“¿Qué chisme traes?”, suele interrogar.

A Juan Pardinas, hace ya muchos años, le dijo que, si quería ser reportero, de lo primero que tendría que olvidarse es de ver los atardeceres, porque a esas horas, cuando se pone el sol, hay que estar escribiendo en las redacciones.

La Universidad Panamericana le rindió un homenaje Carreño Carlón en el que participaron algunos de los testigos del peregrinar de quien fue el coordinador de internacionales en El Día, subdirector de La Jornada y El Universal, donde actualmente escribe una columna todos los miércoles, y director general de El Nacional.

Los convocados a recorrer esa historia fueron Héctor Aguilar Camín, Juan Carlos Henríquez, Raúl Contreras, Paulo Carreño, Rubén Aguilar, María José Canel Crespo, Miguel Limón Rojas, Mariano Navarro y Ricardo Homs, con la moderación de Gabriela Warketin. Y con un video, León Krauze, Alonso Aguilar y Javier Risco.

Un elenco que a la vez da cuenta de los intereses diversos, de las miradas que, desde distintos ángulos, moldean y dan consistencia a una biografía por demás notable. Desde las luchas en la UNAM que Carreño Carlón compartió con Limón Rojas en la Facultad de Derecho, hasta las propuestas académicas para entender a cabalidad la comunicación política con Canel Restrepo.

Pero con un intermedio trepidante, en la Coordinación de Comunicación Social de la presidencia de la República, cuando gobernaba Carlos Salinas. Rubén Aguilar, quien tuvo esa misma responsabilidad con Vicente Fox, abundó sobre las enseñanzas de su colega, las que se constatan con la eficacia mostrada en tareas por momentos tan agobiantes.

Aunque la navegación por esos mares tormentosos resultó fructífera porque, como apuntó Canel Restrepo, el homenajeado cuenta con una capacidad de análisis político más que sofisticado, que se amalgama entre el conocimiento teórico y las lecciones que da la propia experiencia.

Lo central, sin embargo, es el periodismo. Sí, ese oficio en el que Carreño Carlón se ganó la jerarquía en noches de insomnio y a golpe de teclas.

Recordó Paulo Carreño que su padre pertenece a una de las generaciones de periodistas más brillantes. En efecto, bastaría para verificarlo el tener presentes los proyectos que emprendieron y entre ellos el Unomásuno, La Jornada y la revista Nexos, donde Carreño Carlón compartió afanes, dichas y desdichas con Aguilar Camín.

Pero hay que ir más allá, al observar que entre los alumnos más acabados y persistentes de Carreño Carlón se encuentran reporteros de trayectoria como lo son Víctor Avilés, Rubén Álvarez, ambos en algún momento responsables de la vocería del INE y, por supuesto, Pablo Hiriart, también director de El Nacional y constructor de empresas periodísticas de largo alcance como La Crónica de Hoy y La Razón.

Carreño Carlón hizo una descripción que ilustra la participación de los medios de comunicación en la transformación del país desde los años ochenta.

Sí, todas esas décadas lo fueron de una suerte de recorrido en el que se afianzó la libertad de expresión que ahora se encuentra en peligro. Son mares ignotos por los que hay que navegar, donde, como apunta el propio Carreño Carlón, vamos a puertos que desconocemos o, peor aún, que ya los vislumbramos, pero no nos atrevemos a nombrarlos.

El tiempo pasa, y ello permite reflexionar sobre el sentido de las cosas. Hace ya muchos años, conocí a Carreño Carlón el edificio de El Nacional que se encontraba en la calle de Ignacio Mariscal. El director me abrió las puertas de esa casa.

Estaba yo destinado, aunque no lo supiera, a no ver los atardeceres, pero a cambio de eso, se me ofrecieron dos cosas invaluables: observar el mundo como solo lo hacen los reporteros y preciarme de ser amigo y alumno de uno de los mejores de ellos.

@jandradej

Fuente: https://www.m-x.com.mx/analisis/la-travesia-periodistica-de-jose-carreno