Conocí personalmente a Pérez Rubalcaba cuando en junio de 2017 moderé una mesa redonda con varios portavoces del gobierno de España en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en Madrid. En las rápidas impresiones que entonces intercambiamos comprobé que, aunque vuelto a su química orgánica, Alfredo seguía en su interior completamente enganchado a la vida pública, y cultivaba un especial interés por la comunicación política. Estaba yo entonces disfrutando de una estancia de investigación en Washington DC y quedamos en contactar a mi vuelta.

No fue hasta hace seis meses cuando me reuní con él para pedirle que presentara un libro que yo acababa de publicar sobre la comunicación de la administración pública. Tuvimos una larga conversación en la que compartimos reflexiones sobre el papel de la comunicación en distintos episodios de la historia reciente de España. Hablamos de la comunicación de ETA y de la de los diferentes ministerios del interior, de la publicidad de algunas campañas electorales, de la capacidad comunicativa de cada uno de los presidentes del Gobierno, de la evolución de los organigramas de la portavocía y de algunas anécdotas de negociación en el Congreso de los Diputados.

Rubalcaba llevaba la comunicación en su ADN, y a pesar de que se consideraba ignorante al respecto, comprendía muy bien esta profesión. “Tuve buenos momentos como portavoz. Pocos, pero los tuve” me dijo. “Un día -me contó- pedí a Felipe González que finalizara antes los Consejos de Ministros para poder preparar la rueda de prensa posterior. Pero él me contestó que prefería emplear el tiempo en tomar las decisiones más que en comunicarlas”. Tuvo entonces que acumular un sinfín de paseítos desde el Pabellón del Consejo de Ministros a la sala de prensa bajo la presión del micrófono que espera una explicación. Y es que, sentenció, “la comunicación, y sobre todo la política, odia la improvisación”.

Sabíamos que no compartíamos algunos planteamientos. Había leído varios de mis análisis en los que no hago un dibujo precisamente fetén de sus intervenciones. Pude comprobar en esa conversación que él ponía, por encima de las discrepancias, el deseo de profesionalizar la comunicación así como un sentido de lo institucional que es capaz de propiciar comprensión y entendimiento. Se explayó en torno a la importancia de elaborar buenos relatos sobre el Estado, sobre el proyecto de país y sobre el papel de la Corona. En un momento dado se encendió, y con esa elocuencia que le caracterizaba, extrajo del alma un lamento: “¿Cómo es posible que izquierda y derecha no hayamos sabido contar que conjuntamente hemos hecho de España un país grande?”. “Alfredo -le dije al final de aquellas más de dos horas de charla- tienes que escribir tus memorias”.

Todavía estoy bajo la impresión de que mi libro fuera el objeto de su última aparición. El pasado 7 de marzo le emplacé de nuevo y en público: “Alfredo, si tú no lo cuentas, otros lo harán por ti”. “El problema es -me respondió- que lo que interesa a la gente no lo puedo contar, y lo que puedo contar no interesa a nadie”.

Alfredo no podía imaginar entonces que solo unas semanas después escribiría la primera página de sus memorias con su propia capilla ardiente. Por ella pasamos de forma presencial o virtual, un sinfín de personas, tuits, artículos, telegramas, declaraciones, fotografías, recuerdos… Este atleta de la política ha logrado reunir a gente de izquierda y derecha para llorar, abrazar, añorar o rezar, en un espectáculo, del que tan ayunos estamos, que demuestra que a la gente le interesa, y mucho, todo lo que explicite que las dos y las diecisiete Españas son capaces de hacer muchas cosas si nos mantenemos juntos.

“Me gusta que me introduzcan como ex, porque ese título nadie te lo puede quitar” dijo con gracia en mi presentación. Como ex de este mundo, Alfredo quizá comprenda ahora con más profundidad la relevancia que tiene la palabra. El tema le preocupaba: “comparto el análisis que haces de la pos-verdad, incluida su dimensión moral”, dijo refiriéndose a mi libro. Y si con ese título de “ex de este mundo” se nos presentara hoy para iniciar la segunda página de sus memorias, le otorgaríamos el derecho a desnudarnos con preguntas que fueran al nervio de lo que está en juego. ¿Por qué os bloqueáis en batallitas y no vais juntos al meollo de lo que haría avanzar a España?

Quizá Alfredo haya dejado cosas escritas, quizá muchos de sus allegados posean testimonios con los que completar sus recuerdos. Pérez Rubalcaba se va de una tierra cuyos habitantes desean disfrutar de orgullo de país, y éste no fluirá hasta que hablen más alto quienes tanto han comprendido sobre la necesidad de entenderse para ir adelante. Volveremos muchas veces con la mente a esa capilla ardiente que será, también, la última página de sus memorias.

María José Canel Catedrática de Comunicación Política (Universidad Complutense de Madrid). Profesora del Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra

 

Fuente: https://www.diariodenavarra.es/noticias/opinion/2019/05/15/la-primera-ultima-pagina-las-memorias-rubalcaba-opinion-maria-jose-canel-650826-1064.html