Los expertos asimilan con el «antisanchismo» el movimiento que ha surgido de la popularidad de la presidenta Isabel Díaz Ayuso como defensora de los intereses de la Comunidad de Madrid.

Por: MARILYN DOS SANTOS @Marilynlynlynn

Durante siglos y hasta no hace tanto tiempo, Madrid fue Castilla. De hecho, no sería hasta el verano de 1982 cuando, entre las paredes de un castillo medieval al pie de la sierra de Guadarrama y bañado por el murmullo del río Manzaneres, un grupo de senadores y diputados se reunió para votar el texto de un Estatuto de Autonomía que, tras varias enmiendas y un largo proceso de tramitación, entró en vigor el 1 de marzo de 1983Tras 150 años siendo como Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Toledo una provincia más de Castilla la Nueva, Madrid se convirtió así en la última comunidad autónoma del país. Entonces, las condiciones demográficas y económicas especiales de la región despertaron el temor a un posible desequilibrio territorial que desembocó en la configuración de la actual comunidad autónoma uniprovincial. Ahora, cuando han pasado menos de 40 años, el mismo miedo motivado por las mismas razones ha sido el germen de cultivo de un sentir madrileño sin precedentes que, bien aprovechado políticamente, ha sembrado el éxito de la derecha en las últimas elecciones autonómicas. Ante este escenario, LA RAZÓN acude a los expertos: ¿podría ser este el principio de un regionalismo a la madrileña?

«La Comunidad de Madrid no puede tener un nacionalismo cultural, primero, porque no le ha dado tiempo desde su creación y, segundo, porque en realidad es un crisol de todas las Españas», comienza diciendo Ernesto Pascual, profesor de Ciencia Política en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) que, no obstante, continúa añadiendo: «En todo caso, lo que sí se está produciendo es un discurso político cuyo lenguaje algunos quieren asimilar al procés y que defiende una manera de hacer diferente en Madrid, fundamentalmente, en relación a su gestión económica, lo que viene de la época de José María Aznar, cuando, por primera vez, Madrid se consideró una metrópoli abierta a los negocios». Es decir, que, a falta de elementos culturales diferenciadores como una lengua propia o un folclore de gran arraigo, la joven Comunidad de Madrid se apoya en los rasgos que hasta el momento la habían colocado en el lado opuesto de cualquier regionalismo para convertirlos en su mayor seña de identidad y tal vez, el tiempo dirá, el principio de algo más.

Según el profesor de Historia Contemporánea en la Universidad San Pablo CEU José Luis Orella, estas características especiales pueden resumirse en tres: en primer lugar, la extensión, pues, «el que sea tan grande, permite que sus ciudadanos sientan cierto anonimato y, a la vez, vivan en pluralidad, lo que se traduce en que Madrid esté marcada por la diversidad y en que los madrileños sean personas acogedoras»; en segundo lugar, la fiscalidad, ya que, al disfrutar de impuestos más bajos que en el resto de España, «Madrid ofrece a todo el que viene la posibilidad de desarrollar sus sueños, de atreverse a emprender»; y, por último, la capitalidad, que es lo mismo que decir que «Madrid es la puerta de entrada a España». Así pues, prosigue Orella, «el regionalismo madrileño se está reforzando por oposición a los otros regionalismos y, en contra de la convicción de superioridad de una identidad frente al resto, en este caso, la personalidad de Madrid es de puertas abiertas». O como diría ella, «Madrid es libertad».

El modelo de Ayuso

«Cualquiera puede sentirse madrileño bajo el concepto regionalista que ha definido Isabel Díaz Ayuso, aunque no seas de Madrid, aunque no tengas raíces en la región ni antepasados madrileños: el mensaje de campaña del Partido Popular se ha centrado en un estilo de vida con el que, según han demostrado los resultados electorales, se han visto identificadas muchas personas», explica María José Canel, catedrática de Comunicación Política en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Una forma de «vivir a la madrileña», prosigue la experta, que la presidenta ha sabido equiparar con su modelo de gestión de la pandemia y, por consiguiente, utilizar como argumento y respaldo político: «Ayuso defiende que vivir a la madrileña es, por un lado y en respuesta a la acusación del líder independentista Pere Arogonès de que Madrid es un paraíso fiscal, vivir con libertad económica; por otro y a raíz del debate sobre si los madrileños y sus medidas más laxas podían suponer un peligro para la salud del resto de comunidades autónomas, vivir con libertad de movimiento».

El profesor Orella coincide a la hora de señalar el papel que ha jugado la crisis sanitaria en el éxito de esta estrategia: «Ayuso ha tenido la oportunidad de negarse a acatar ciertas normas para proteger a su gente, dando la cara por el sector de la hostelería a nivel económico o confrontando el rechazo a los madrileños por el miedo al contagio a nivel de movilidad, lo que se corresponde con una manera de actuar más propia de los nacionalistas vascos o catalanes, pero que, en este caso, ha servido para realzar el orgullo de ser de Madrid». A lo que el profesor Pascual suma una preocupación: «Esta manera diferencial de tratar la pandemia en la región ha conectado a los madrileños en torno a unas expectativas que, sin embargo, tienen repercusión más allá de Madrid: cuando un territorio hace gala de seguir su propio camino surgen las dudas entre el resto, que buscará la misma manera de hacer, provocando una quiebra de la unión interregional»; dicho de otro modo: «Si Madrid empezara a tomar decisiones solo para su beneficio y no para el de España, se abrirían grietas en el esquema del Estado solidario».

Respondiendo a la pregunta inicial y con cierto recelo a la hora de usar la palabra «nacionalismo», lo que sí se atreven a afirmar los expertos es que la flamante victoria de Isabel Díaz Ayuso en las últimas elecciones autonómicas confirma a la Comunidad de Madrid como escenario principal de lo que la profesora Canel denomina «la pugna antisanchista». Y lo razona: «El PP ha conseguido ampliar el espacio semántico de una palabra que hasta ahora pertenecía a la izquierda para definir su propuesta política, y la usará para ganar las próximas batallas en las urnas». Y si la forma de hacer de Ayuso es la oposición a la forma de hacer de Sánchez, al menos mientras haya socialismo en Moncloa, habrá regionalismo en Madrid.

Fuente: https://www.larazon.es/madrid/20210515/omm5aaq5hbarlawpbzw4u5nmnq.html