El 24 de septiembre de 2015 los 193 países pertenecientes a la ONU firmaron en Nueva York un extenso acuerdo intergubernamental que, bajo el título “Transformando nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” (UN, 2015b), persigue una sostenibilidad integral. Apunta a 17 objetivos en áreas tan diversas como la salud, la educación, la urbanización, el capital natural, el desarrollo tecnológico, el mercado laboral o la calidad institucional. Este acuerdo se inserta en lo avanzado por la ONU desde que en 1948 firmara la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El texto enfatiza la responsabilidad de los estados de respetar, proteger y promover los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, e incluye los planteamientos, mecanismos de planificación, indicadores y elementos de control que esta entidad viene empleando para garantizar que se cumple lo que en aquella declaración se recogió. La Agenda 2030 es, dice el inicio del acuerdo, “un plan de acción para la gente, el planeta y la prosperidad. Busca también fortalecer la paz universal en un concepto más amplio de libertad. Reconocemos que erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluyendo la extrema pobreza, es el desafío más grande y un requisito indispensable para el desarrollo sostenible” (UN, 2015: 1).
¿Podemos creernos este movimiento mundial de los estados hacia la sostenibilidad y confiar en que se llevará a cabo?
El presente capítulo pretende dar respuesta a esta pregunta atendiendo a la coincidencia, señalada por Lockie (Lockie, 2017: 1), de que 2016 es el año que comienza la implementación de esta agenda de sostenibilidad, pero también el año en el que los diccionarios (Oxford Dictionaries) incorporan el término posverdad; un término que amenaza con tambalear los puntos de referencia comunes con los que interpretar conceptos que están en el núcleo del acuerdo de la ONU, como son la dignidad humana, la prosperidad, el progreso, la paz o la libertad.
La coincidencia de fechas es relevante además porque una parte importante del debate sobre la pos-verdad gira en torno al discurso negacionista del cambio climático. Este discurso, según los críticos, resta importancia a las evidencias científicas para poder avanzar un determinado posicionamiento ideológico (Ihlen, Gregory, Luoma-aho, & Buhmann, 2019; Lockie, 2017; Murphy, 2016). La posverdad ignora la ciencia desarrollada en torno a la sostenibilidad.
Pero este capítulo no se centra tanto en la relación de la posverdad con la ciencia sino con la comunicación, pues se apoya en la asunción de que en ésta puede yacer uno de los factores críticos del avance en el desarrollo sostenible que se han propuesto los estados. Porque, como afirma Lockie, “para que el 2016 sea el año en el que el mundo viró hacia el desarrollo sostenible y la mitigación del cambio climático, hace falta algo más que un ciego optimismo o la buena suerte” (2017: 4). Hace falta, me atrevo a decir como introducción a este capítulo, que haya un conocimiento verdadero de la situación y del problema, como también que la determinación de los estados por avanzar sea auténtica. El presente capítulo entiende que la comunicación es uno de los factores críticos para esa veracidad y autenticidad y, en último término, para el éxito de la Agenda 2030.
Esta cuestión se hace especialmente crítica en el contexto de la crisis mundial ocasionada por la COVID19, cuya recuperación, como afirman los iniciales análisis realizados al respecto, no consistirá en una simple vuelta a la normalidad. Aún cuando se lograra contener pronto la expansión del virus, “las bastas consecuencias políticas, económicas, sociales, tecnológicas, legales y medioambientales durarán muchas décadas” (Nesta, 2020). Una verdadera y auténtica motivación de los estados por avanzar conjuntamente hacia la sostenibilidad integral de la Agenda 2030 será determinante, también, para abordar la post-COVID19.
La estructura del capítulo es la siguiente. Tras considerar lo que caracteriza un contexto de posverdad, se explora el desafío de comunicar el valor intangible de la Agenda 2030. En la última parte, se describen los riesgos y se proponen líneas de trabajo para una verdadera agenda de la sostenibilidad.
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