La millonaria audiencia del encuentro celebrado entre los dos candidatos a Presidencia del Gobierno que hoy todavía no se sientan en el Congreso anuncia tensión electoral. La gente quiere ver a los candidatos debatir. Pero esto no es nuevo: los debates electorales, también en España, han disfrutado siempre de audiencias masivas.

Lo nuevo de la emisión del domingo son los precedentes que sienta para la campaña de las elecciones generales. A día de hoy mucha gente no tiene decidido su voto, por lo que los debates electorales, según cómo se celebren, podrían determinar los resultados del próximo 20 de Diciembre.

El encuentro IglesiasRivera sienta precedente, primero, en cuanto al formato. El programa Salvados eligió el establecimiento ‘Tío Cuco’ de Nou Barris para propiciar una conversación «de bar». No hay mucha innovación en el paseo de la furgoneta como tampoco en las confidencias compartidas por los candidatos sobre las dificultades que entraña una campaña, la presión a la privacidad de la política o sobre el desconcierto de una hija al ver que las cámaras persiguen a su padre-candidato. Que conviene mostrar la cara humana del debatiente es de manual, y así lo han tratado de hacer las campañas estadounidenses como también las españolas. Pero el escenario distendido del domingo propició una interpelación mutua eficaz gracias a la cual hoy los espectadores conocen mejor que el sábado a estos dos candidatos.

Segundo: la ausencia de pactos con la que, según Jordi Évole, llegaron al debate. Es evidente que tal cosa no es cierta, pues con claridad se advierte que si el evento de dos horas se produjo es gracias a una previa negociación. Estos candidatos de nuevo cuño se jugaban mucho en mostrar que se puede debatir de forma diferente y eso fue precisamente lo que pactaron: salir conjuntamente de los tradicionales corsés, acordándolo todo, el programa, el moderador, el bar, el estilo, los temas… ¿Se atreverán los dos grandes partidos a celebrar unos debates más flexibles y ágiles? En eso se juegan su audiencia, pues si bien es verdad que éstas suelen ser masivas, también lo es que en los encuentros ZapateroRajoy y Rajoy-Rubalcaba los espectadores se fueron antes de terminar. El del domingo fue un largo encuentro que tuvo enganchada a la audiencia hasta el final.

Tercero, la estrategia argumental. En los cinco debates que se han celebrado en las once elecciones generales que ha tenido España ha sido recurrente para PP y PSOE la «estrategia de la división». Consiste en colocar al rival la etiqueta de lo que la mayoría rechaza, y posicionar el propio mensaje en el extremo opuesto. Esta estrategia es de tono agresivo, dificulta el inteligente recurso al humor, aburre y cansa. Los dos candidatos que se reunieron el domingo eludieron las etiquetas clásicas, evitaron el «obsoleto juego de buenos y malos», mutuamente se elogiaron tanto como se señalaron errores, identificaron puntos de acuerdo e incluso bromearon. Pero todo esto no impidió que el espectador viera que lo que había en pantalla era un debate entre dos diferentes opciones.

Cuarto, la moderación. Una asignatura pendiente en los debates electorales en España es el protagonismo de los periodistas y de los ciudadanos, que son quienes preguntan a los debatientes en otros países. El estilo de Évole facilitó algo ausente en los debates en España: la interpelación directa e incisiva a los candidatos y entre estos. «¿Cuál es tu posición», «Pero eso queda muy vago», «¿Y cómo lo vas a hacer?», «¿Cómo lo pensáis pagar?», «Di por favor una cifra»,… frases que no solemos escuchar en los debates y gracias a las cuales quien escucha puede medir mejor la capacidad de los contendientes.

Quinto y último, el debate del domingo amenaza el bipartidismo de los debates de la campaña 20-D. Ninguno de los mayoritarios quiere ver a los partidos de estos dos candidatos en su debate. Pero incluirlos significaría un duelo a demasiadas bandas, argumento que les facilitaría evitarlos. ‘Salvados’ batió su record de audiencia y, con ello, corroboró lo que todos saben: la gente quiere ver a los de siempre debatir con estos dos candidatos.

El domingo hubo tensión argumental, interpelación, temas áridos, minutos de debate y hubo audiencia. Estudios futuros probablemente muestren que también hubo influencia en el voto porque se superó el fenómeno de percepción selectiva: uno de los efectos de los debates electorales es que acuñan las imágenes de los candidatos, llegando a minar el efecto de la afiliación partidista; imágenes que, cuando hay mucho indecisos -como es el caso- pueden determinar el voto. Está por ver cómo estos dos candidatos debatirían en un escenario más formal y menos a su gusto con partidos que tienen mucha experiencia de gobierno; y está por ver también como los debates de la campaña del 20-D procesan los precedentes sentados por el encuentro del domingo.

 

Fuente: http://www.elmundo.es/espana/2015/10/20/5625537822601d74458b4683.html